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domingo, 9 de abril de 2017

El fin de los escoltas y su difícil recolocación con mujeres maltratadas

Hace una semana dejaron de trabajar los últimos 109 escoltas que operaban en País Vasco y Navarra, un servicio que llegó a contar con 3.500 efectivos

Se podían ver por muchos lados. En los portales de casa al punto de la mañana, a la salida de las instituciones, a la espalda de cualquier cargo público que había parado en un bar o a las puertas del teatro. Los guardaespaldas han sido figuras habituales del paisaje de Euskadi yNavarra durante los últimas décadas, un servicio que ha ido menguando hasta desaparecer por completo hace una semana.

El cese de la violencia de ETA en octubre de 2011 inició el declive de una profesión que llegó a contar con 3.500 efectivos. Hasta el pasado 31 de marzo, fecha en la que Interior marcó el final de este servicio de protección, 109 políticos y empresarios aún lo conservaban. El primer año sin la violencia de ETA, 2012, ya supuso un cambio radical en el sector, cuando se redujo el 50% de la seguridad privada, financiada por el Estado en Euskadi y Navarra. En apenas un año el número de guardaespaldas pasó de 800 a 350.

Sin la actividad de la banda terrorista, muchos escoltas se reciclaron protegiendo a mujeres maltratadas o trabajando en la seguridad de edificios. La difícil reestructuración del sector, sin embargo, ha dado lugar a la creación de distintas asociaciones de escoltas que piden la recolocación en la vigilancia de centros penitenciarios o en la protección de mujeres maltratadas, una salida que en Euskadi emplea a casi doscientos efectivos, una cifra que desde estas plataformas consideran insuficiente. “Sólo unos pocos compañeros se salvaron de la ‘quema’ dedicados a la protección de mujeres maltratadas -resaltan desde la asociación de exescoltas ‘Las sombras olvidadas de Euskadi y Navarra’- ; el Gobierno prometió la recolocación en la vigilancia exterior de los centros penitenciarios, cosa que utilizó como pretexto para privatizar dichos servicios: a día de hoy menos del 10% de los vigilantes que prestan servicio en las cárceles son ex escoltas”, destacan.

La protección de mujeres maltratadas es la principal petición de estas asociaciones, que se han reunido con plataformas como Clara Campoamor recibiendo su apoyo. “Al igual que en su día fuimos la respuesta y solución al terrorismo de ETA -explican desde ‘Las sombras olvidadas de Euskadi y Navarra’- ahora también podemos serlo ante esta gran lacra”. En la misma línea se expresa ‘Marea Negra’, una asociación de vigilantes de seguridad privada: “La administración dispone de unos dispositivos que no son de gran ayuda y a la vista está que ni el 016, ni las órdenes de alejamiento ni las pulseras telemáticas son fiables; el índice de efectividad de los escoltas en este caso es sin embargo del 100%”, indica José Carbonell, vicepresidente de la asociación.

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