Rápido se nos olvidan las desgracias ocurridas por no respetar el aforo máximo en los eventos como desgraciadamente sucedió en el Madrid Arena.
Poner un Vigilante de Seguridad en un acto multitudinario para controlar el aforo y criticar su actuación al prohibir el acceso a mas personas de las permitidas solo se debe al poco conocimiento de la ley poco respeto a la labor del V.S. así como a la mente tan obtusa de los "seudoperiodistas" y poca sensibilidad de los familiares por la seguridad de los niños.
Dejo la noticia para que opinéis......
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El exceso de celo del vigilante del Etnográfico estropea el recital navideño
El trabajador de la concesionaria de seguridad se tomó al pie de la letra el aforo de la sala e impidió la entrada de muchos padres a la actuación de sus hijos
Las normas están para cumplirlas. Y eso debió pensar uno de los vigilantes de seguridad del Museo Etnográfico de Castilla y León, a la hora de permitir la entrada de los familiares de los alumnos de la Escuela Musikea de Zamora, que a las 12.30 acudían para asistir, como cada año, al entrañable recital musical de Navidad. La sorpresa, a diferencia de otras ediciones, fue que al llegar a 90 personas en el interior del salón de actos, el responsable de seguridad del recinto comunicó a los que permanecían en la cola que ya no podían entrar.
Rápidamente la indignación se apoderó de los asistentes, fundamentalmente debido a las malas formas utilizadas por el empleado para defender su postura, y los responsables de la escuela musical trataron de intermediar con el vigilante, en vano, a pesar de que en la sala había, al menos, 15 butacas vacías. Su argumento, que los niños también cuentan en el recuento de esas 90 personas que permite el aforo.
La solución, con el consiguiente disgusto de los profesores de Musikea y de las familias, fue que los alumnos salieran fuera de la sala y entraran por turnos para ofrecer su recital, y en su lugar entraran los padres de los alumnos que iban desarrollando su actuación. Las familias, a su vez, tuvieron que ir abandonando la sala para dejar paso a los familiares de otros respectivos alumnos. Un buen número de padres se quedaron en el pasillo durante toda el recital. Lo que impidió que los verdaderos protagonistas pudieran, además, presenciar la actuación de sus compañeros, y que cantaran todos juntos a coro al final de las intervenciones individuales.
Consultada la Dirección del Museo Etnográfico, entidad que cede gratuitamente la sala a la escuela Musikea, subraya que la Junta de Castilla y León, de quien depende el museo, está vigilando estrechamente el cumplimiento estricto de los aforos de espacios públicos, ya que en caso de que ocurra alguna desgracia, el seguro no cubriría los daños. No obstante, pide disculpas por el desagradable comportamiento del vigilante de seguridad, quien en vez de calmar los ánimos y dar una explicación argumentada de su deber, se dedicó a increpar a los familiares de los niños, a alguno de los cuales instó a marcharse del lugar. Alguien debería decirle a este trabajador que estamos en Navidad, y que las cosas se pueden decir de muchas formas, sobre todo cuando se trata de niños.
El trabajador de la concesionaria de seguridad se tomó al pie de la letra el aforo de la sala e impidió la entrada de muchos padres a la actuación de sus hijos
Las normas están para cumplirlas. Y eso debió pensar uno de los vigilantes de seguridad del Museo Etnográfico de Castilla y León, a la hora de permitir la entrada de los familiares de los alumnos de la Escuela Musikea de Zamora, que a las 12.30 acudían para asistir, como cada año, al entrañable recital musical de Navidad. La sorpresa, a diferencia de otras ediciones, fue que al llegar a 90 personas en el interior del salón de actos, el responsable de seguridad del recinto comunicó a los que permanecían en la cola que ya no podían entrar.
Rápidamente la indignación se apoderó de los asistentes, fundamentalmente debido a las malas formas utilizadas por el empleado para defender su postura, y los responsables de la escuela musical trataron de intermediar con el vigilante, en vano, a pesar de que en la sala había, al menos, 15 butacas vacías. Su argumento, que los niños también cuentan en el recuento de esas 90 personas que permite el aforo.
La solución, con el consiguiente disgusto de los profesores de Musikea y de las familias, fue que los alumnos salieran fuera de la sala y entraran por turnos para ofrecer su recital, y en su lugar entraran los padres de los alumnos que iban desarrollando su actuación. Las familias, a su vez, tuvieron que ir abandonando la sala para dejar paso a los familiares de otros respectivos alumnos. Un buen número de padres se quedaron en el pasillo durante toda el recital. Lo que impidió que los verdaderos protagonistas pudieran, además, presenciar la actuación de sus compañeros, y que cantaran todos juntos a coro al final de las intervenciones individuales.
Consultada la Dirección del Museo Etnográfico, entidad que cede gratuitamente la sala a la escuela Musikea, subraya que la Junta de Castilla y León, de quien depende el museo, está vigilando estrechamente el cumplimiento estricto de los aforos de espacios públicos, ya que en caso de que ocurra alguna desgracia, el seguro no cubriría los daños. No obstante, pide disculpas por el desagradable comportamiento del vigilante de seguridad, quien en vez de calmar los ánimos y dar una explicación argumentada de su deber, se dedicó a increpar a los familiares de los niños, a alguno de los cuales instó a marcharse del lugar. Alguien debería decirle a este trabajador que estamos en Navidad, y que las cosas se pueden decir de muchas formas, sobre todo cuando se trata de niños.